lunes, agosto 30, 2010

ALGUNAS RAZONES PARA VIVIR
Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 30 Agosto 2010
Nos apegamos tanto a nuestra existencia terrestre que pasamos los días planeando el futuro, aquello por hacer en el mediato o largo plazo, organizando actividades, dedicando toda nuestra atención en el porvenir descuidando el aquí y ahora del presente.

La sabiduría popular nos insta a preocuparnos del día a día, pues reconoce error o equivocación en asumir pertenencia en un estado futuro que nos es incierto.

Esta historia aún no se resuelve, es necesario otro gran esfuerzo técnico y humano para mantenerlos con vida y poder rescatarlos, pero enterarse de que ninguno pereció, que han soportado un encierro tan dramático en condiciones extremas, que su habilidad innata y que el empeño por sobrevivir supera cualquier barrera impuesta al ser humano, conmueve.

Sí, tenemos razones para vivir, argumentos disponibles para asignar valor a este breve transito sobre la esfera azul que viaja por la galaxia. Respirar, ver, oir o escuchar, sentir las palpitaciones de nuestro ser, imaginar, soñar o crear, descubrir nuevos y transcendentales conocimientos o pequeños aciertos domésticos, recibir entre las manos el saludo de un niño, un amigo o el vecino, refrescarnos con la risa de los otros, acompañar al que sufre o el desvalido, dar de beber al sediento, alimentar al que tiene hambre, visitar al enfermo o encarcelado, como señalan las bienaventuranzas, escuchar a quien necita un confidente, un consuelo o palabra de aliento. Así, vale la pena vivir. Sufrir en el dolor del prójimo, regocijarnos en la alegría del éxito o solamente en el placer innegable de una sonrisa.


Vivir no significa, exclusivamente, calificarnos en el conocimiento de la ciencia a las humanidades, reunir bienes materiales, competir con los otros por un puesto, un trabajo, un cargo o representación sin importar a quién o quiénes debemos desplazar, ni el costo social que implica cualquier interés personal. Hoy, hablamos de riesgo social, de grupos vulnerables, pobres e indingentes, acumulamos encuestas, bases de datos y cifras macroeconómicas, pero la persona, el ser profundo del hombre y la mujer, el afán de trascendencia, la búsqueda de sentido ligada a cada tarea, quehacer o actividad es desplazada por nuestro interés individualista. Entonces, atendiendo a la diversidad, a las problemáticas personales, a un mundo envuelto en la vorágines de la falta de tiempo y los compromisos por cumplir podemos concretar razones para vivir.


En el concepto de los opuestos, vivir encarna: Caminar hacia la muerte. Cada instante somos un poco más viejos, un tanto más sabios… Un tanto más necios… Cuando llegue el viaje definitivo, aquel sin retorno posible, de improviso y sin alerta, habremos cumplido un ciclo vital en el tremendo universo casi desconocido.


Si cuidamos nuestro cuerpo con respeto y honestidad, si aprendemos a ser amables, cariñosos o buenas personas, si aplicando en la existencia terrena buenas costumbres y una conducta intachable, dejaremos como herencia un grato recuerdo, una imagen quizás perecedera o quizás permanente… De cada uno depende; más, debemos tener certeza que de uno u otro modo, siempre vale la pena vivir.


Escuchar sobre los tejados una gota de lluvia al final de agosto, admirar un volantín revoloteando en el aire, ver el trigal germinando de verde intenso, disfrutar una melodía en arpegio de guitarra, decir “te amo” junto al perfume de un beso o escuchar la disculpa después de una ofensa; es entonces, cuando descubrimos: Aquellas razones sublimes que asignan sentido a la vida.
Marcelo Sepulveda Oses

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