martes, febrero 21, 2017

EL DISCURSO: SANA COMUNICACIÓN

Recibido de Marcelo Sepúlveda Oses el 21 febrero 2017
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Extender la mano en una señal de saludo, ofrecer disculpas cuando me equivoco, desear buena suerte, dar gracias a quien me facilita su ayuda y colaboración, todas ellas son muestra de cortesía y sentimientos, plenamente humanos, que procuramos defender en nuestra convivencia social en comunidad. Establecer redes de apoyo en la coexistencia entre seres de la misma especie nos identifica y propone una oportunidad de velar por vínculos sólidos y permanentes entre unos y otros.

Quizás, hoy por hoy, la comunicación directa y frontal ha ido perdiendo terreno frente a las redes sociales que ofrece el siglo de la técnica y tecnología, dependemos, crucialmente, de aparatos electrónicos y señales de microondas para vivenciar experiencias de contacto con aquellos que son receptores al otro lado de la línea, olvidamos el discurso de habla, vivimos conectados y requerimos, cada vez más, de aplicaciones instantáneas para enviar y recibir mensajes de toda índole. Estamos cierto que cualquier medio o forma de discurso puede ser identificado como lenguaje, que es el signo aquel que le da una característica particular a la comunicación de todo tipo; pero hoy, más que nunca, debemos volver a fortalecer la comunicación en vivo y en directo, pues la carga afectiva de un mensaje oral o escrito otorga matices relevantes a la comunicación humana, por lo demás, el medio más eficaz, en el mundo conocido, para comunicar y proponer un mensaje que puede ser respondido instantáneamente.

Aquí, en el sur, aún podemos detenernos en la caminata y dedicar unos minutos para conversar distendidamente con un amigo o conocido, aún, percibimos el agrado del encuentro y la necesidad de enviar múltiples mensajes codificados en el discurso oral o escrito, aún los cuentos de abuelo al final de la tarde son una grata experiencia, el saludo de mi vecino una costumbre, la amabilidad al responder una interrogante una virtud y el aprecio por el otro una sana obligación.

Debemos proponer a niños y jóvenes, buenas costumbres, valores transversales y virtudes fundamentales, retrotraernos al siglo pasado cuando leer era un hábito, escribir una carta un medio fluido de conversación, desear buena ventura un convenio social y el diálogo la mejor manera de resolver conflictos. Resguardemos la primera infancia para que el tiempo por venir sea promisorio, para que este mundo sea habitable y la mejor oportunidad de proyectar la humanidad hacia un futuro estable y de sana convivencia.

En época de vacaciones disponemos de tiempo libre que podemos aprovechar para fortalecer vínculos y comunicación con nuestros semejantes, abandonar la televisión para privilegiar escuchar buena música, dejar el teléfono para hablar frente a frente, suspender el uso del computador, promover mis eventos en una charla amena y distendida y no a través de las redes sociales, es tiempo de crear modos de habla, tanto para decir como para escuchar, dediquemos tiempo al discurso público, es sano y natural, una buena costumbre que debemos recuperar.

Elegí tu voz entre tantas voces, regalé un beso en tu mejilla, desperté a la luna, recibí al padre sol despuntando entre mi cordillera, dejé correr el agua cristalina por ríos esteros y canales, descubrí arpegios en mi guitarra y caminé el huerto florido en busca de paz y esperanza, dormí quieto a la sombra del velador, recuerdo a quienes ya han partido, agradezco el aire y la luz, la noche y el día, tu mano en mi mano y el anhelo de otra vida.

Aún es posible encaminar nuestra sociedad, fortalecer la vida comunitaria, reunir sílabas cargadas de sentimiento para escuchar al otro y que nuestra palabra no hiera ni descalifique, sino más bien, que reúna y convoque en un acuerdo social de respeto.


Tenemos tiempo, sólo hay que dedicar cada empeño en trabajo y mesura para que la muerte, cuando me alcance, me encuentre listo y dispuesto sin tareas pendientes y en buena relación con mis semejantes.

Marcelo Sepúlveda Oses

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