martes, octubre 18, 2016

MITIGUEMOS EL DOLOR DE LOS DESVALIDOS Y DESAMPARADOS

Recibido de Marcelo Sepúlveda Oses el 18 octubre 2016
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La noche tibia y serena invita al descanso, el hogar es nuestro espacio sacro y bendito, allí donde la armonía y la paz deben ser un estandarte, donde la convivencia y el encuentro facilita nuestra armonía y concordia, pero al mirar por la ventana, al darnos cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor, la nostalgia y la misericordia nos conduce a reconocer a nuestros hermanos que habitan en la intemperie, sin un lugar para construir una familia, para disfrutar de la calidez de una residencia.

Es sano hacer notar que muchos coterráneos no disponen de un hogar donde descubrir el relajo y la calidez de un espacio apropiado para nuestra habitación. No dejemos pasar nuestra mirada sin tomar atención en esta realidad, visualizar al pobre, desvalido y necesitado, sean niños, adultos o ancianos, todos, sin distinción, requieren un lugar donde habitar.
Hoy, son miles los desvalidos, los sin hogar, sin alimentación diaria, abandonados por la sociedad en la cual vivimos, desamparados, mendigos que sobreviven de la caridad y de algunos centros que los acogen, pero no podemos desconocer nuestra responsabilidad. Como dijo Jesús, lo que haces con ellos, los desvalidos, se lo hacen al mismo Dios, quien desea y procura la atención de todos, incluso de los hermanos menores, aquellos que no aparecen en las encuestas asistenciales, quienes no disponen de recursos económicos para sobrevivir.

Regala de tu pan un pedazo, sé solidario y caritativo, escucha sus necesidades, atiende sus reclamos, ofrece tu ayuda solidaria, obsequia una sonrisa, mitiga su dolor y frustración, preocúpate de sus requerimientos, ellos están allí, existen a nuestro alrededor, no reclaman, no tienen voz ni voto, van a la diestra del camino, tirados a la berma, llorando en silencio, aguardando la misericordia del prójimo, anhelando un mejor pasar en la vida para que el sol de primavera ofrezca una oportunidad de calidez y resguardo.

Amigos, no olvidemos al que está en desgracia solo por los avatares de la existencia humana, pues la casualidad le ha asentado desgracia y miseria, miseria que debe alumbrar nuestro espíritu para acoger, santificar y ser misericordiosos, para tender una mano de auxilio, para obsequiar un tantito de preocupación.
Siempre que una mano nos requiere y necesita debemos ayudar y ser caritativos, siempre que vemos la desventura y el abandono, regalar encuentro y compañía, el otro, quien es nuestro hermano, el que sufre y se duele en la desgracia, quien espera ser parte integral de una sociedad donde todos, sin excepción, somos necesarios. Todos tenemos un lugar asignado en el entramado social, nadie sobra en este mundo y debemos hacerlo notar.

Entonces, el pobre y el humilde, aquel que transita por la vida aguardando la solidaridad de quienes por ventura disponen de un mejor pasar económico y social, aquel quien requiere ser visualizado por hombres y mujeres que transitan a su lado, que espera una palabra de aliento en la desventura, una ayuda solidaria para mantenerse en pie, un mísero vaso de leche a medio servir, un tiempo para el ocio y el descanso, poder soñar con los colores del arco iris, con la tibieza del sol primaveral, la nieve de la cordillera y el arrullo del océano en la playa, aquel quien recuerda con nostalgia el tiempo pasado que de seguro fue mejor.

Regala una sonrisa, una palabra cortés, un minuto en tu tarea cotidiana, escuchar atentamente, el reclamo del mísero y desprotegido en nuestro mundo moderno que se vanagloria en el desarrollo y el crecimiento económico de una sociedad capitalista donde unos pocos reciben lo que otros muchos añoran.

Estimados lectores, miremos al borde del camino, atendamos la injusticia, seamos solidarios y caritativos con nuestros hermanos necesitados.         

Marcelo Sepúlveda Oses

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