lunes, febrero 27, 2012

CUANDO EL TERREMOTO NOS CAMBIÓ LA VIDA

Recibido de Marcelo Sepúlveda Oses el 27 Febrero 2012
fotomarcelo

Esta semana, hemos recordado uno de los momentos más extremos que nos ha correspondido vivir y que dejó huellas indelebles en nuestra memoria y el espíritu. Desde el 27 de febrero de 2010, internalizamos un concepto nuevo de la vida, una preocupación especial ante eventos impredecibles, violentos y de impacto masivo.

Es sano recordar a las víctimas, aquellos que de improviso fueron atrapados por la muerte, sus familiares y amigos cercanos, atender a las grandes necesidades de reconstrucción que están en marcha y que aún no concluyen. Lamentablemente, siempre quienes más se ven afectados son los pobres y humildes de nuestra patria, para ellos vaya mi reconocimiento y apoyo solidario, que no flaqueen en el empeño de superar la pérdida y se puedan reconstruir así mismos y sus bienes  materiales destruidos, darse una oportunidad de enfrentar los problemas y conflictos como una etapa de crisis que fortalece y potencia nuestra capacidad de rearmarse para comenzar de nuevo.

Nada será igual, quizá, hoy día, estamos más preparados para enfrentar catástrofes y eventos devastadores como lo fue el gran terremoto. Deberemos estar atentos, y predispuestos  a afrontar momentos de crisis y grandes cataclismos, de la experiencia tomamos notas, evaluamos aciertos y errores, coordinamos planes de emergencia y superamos estados de angustia que afectaron a todos por igual.

Invocamos la memoria de nuestros coterráneos fallecidos, quitamos los escombros, levantamos casas, edificios, carreteras y hospitales, nos volvemos a dar una nueva oportunidad de vida, trabajamos sin descanso para recuperar lo derrumbado, pero debemos asumir consciencia que en esta vida nada es seguro ni eterno, que en un abrir y cerrar de ojos, todo, sin excepción, puede ser modificado, sacudido desde los cimientos, sacudido con la fuerza y furia impresionante de la naturaleza.

Los niños vuelven a jugar, ellos enfrentan con mejor ánimo el futuro y superan el desánimo, el miedo y el dolor con mayor facilidad; pronto volveremos al colegio e intentar buscar y aprender nuevos conocimientos y destrezas, guardaremos en los libros los detalles de esta descomunal tragedia.

Este recuerdo debe hacernos considerar nuestra fragilidad e indefensión, somos extremadamente vulnerables y sometidos a los misterios de un planeta que no podemos controlar, que maneja sus propios códigos y nos sorprende periódicamente. 

Sólo nos resta aspirar a una vida trascendente, un algo después de la muerte ante  un ser superior que nos gobierna y dirige el tránsito del universo. Es dable purificar el alma, reconocer las energías y fuerzas superiores a la capacidad humana de conocimiento. No depredar el medio ambiente natural para resguardar nuestro hábitat.

El terremoto nos cambió la vida y debemos descubrir los valores espirituales que anuncian un mejor futuro y una existencia sustentable. Superemos nuestros miedos y estemos atentos, pues en cualquier momento la naturaleza vuelve a rugir sin compasión.

Marcelo Sepúlveda Oses

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