viernes, abril 29, 2011

ASOMBRO: UNA CAPACIDAD URGENTE

Recibido de Marcelo Sepúlveda Oses el 25 Abril 2011
muevomono

Cuando transitamos las calles de las ciudades víctimas del terremoto, pensamos, a veces, que no ha cambiado, sustantivamente, la arquitectura, pues no recordamos las construcciones que allí existían. Entonces me pregunto ¿Hemos perdido la capacidad de asombro? Quizá no, sólo que nos acostumbramos a mirar sin ver más allá de lo evidente, aunque el derrumbe y la destrucción fuera un fenómeno atroz.

Hoy, más que observar los nuevos espacios abiertos, me preocupa la reconstrucción, que aún miles de compatriotas están esperando una ayuda, absolutamente necesaria, para levantar de nuevo sus casas. Cuando no hay recursos económicos suficientes, lamentablemente, se debe esperar. He conocido las mediaguas, en ellas el frío parece amplificarse, las necesidades básicas no se cumplen, disponibilidad de baño, agua potable, abrigo, privacidad, etc. Por lo tanto, debo asombrarme, son mis hermanos los que sufren.

Lo más probable es que este proceso de recuperación de espacios físicos familiares sea postergado, pero no podemos permitirnos, sin remordimiento de conciencia, que el invierno nos sorprenda sufriendo el dolor y la pesadumbre del abandono a la propia suerte. Las mediaguas debieran ser una solución de emergencia, transitoria, pero se proyectan en el tiempo. Sí bien, en los días posteriores al terremoto e incluso, meses después, hubo mucha ayuda material, al pasar ya más de un año de la catástrofe, poco a poco, nos olvidamos de nuestros compatriotas que continúan sufriendo en silencio, acostumbrándose a las nuevas condiciones de vida generadas por tal evento.

Vuelvo a repetir, debemos asombrarnos, buscar formas de ayuda, consolar a todos quienes han sufrido con entereza su personal drama familiar: Falta abrigo, faltan casas, faltan palabras de aliento, debemos levantar cada construcción derribada, entusiasmar al espíritu para buscar de nuevo algún signo de felicidad. Debemos asombrarnos, pues cuando seamos indiferentes ante este u otro acontecimiento catastrófico, cada damnificado, cada familia, cada niño y adulto mayor vivirán a la deriva, estarán solitarios enfrentando la adversidad.

El terremoto ha ocupado páginas y páginas de diarios, revistas y muchos otros medios, cada uno propone su personal punto de vista, pero creo interpretar a un porcentaje incidente de ciudadanos comunes que reclaman sin ser escuchados. Ellos desean una respuesta, negativa o positiva, pero una respuesta.

Ciertamente, en el caso de quienes pudimos reparar los daños y solucionar, meridianamente, nuestros conflictos, es posible que la memoria fracase al recordar la tragedia de otros, por lo tanto, es nuestro deber evidenciar las necesidades apremiantes y urgentes de las víctimas del gran cataclismo. Todos podemos compartir tales dificultades, ponernos en el lugar de los otros, empatizar con el que sufre e intentar ayudar, en la medida de lo posible, a nuestro prójimo.

Mi crítica no se concentra en nadie en particular, cada quien conoce y reconoce su obligación y responsabilidad. Me encargo de denunciar y sobretodo invocar a la capacidad de asombro, dimensionar los efectos nefastos del terremoto y cómo este desastre natural afectó, directamente, la calidad de vida de las personas, cómo el océano se tragó los sueños, añoranzas y quimeras de la población.

Si mi asombro se convierte en acción, cada acción generará un efecto y cualquier efecto positivo y mejora en las condiciones de vida de los afectados, alcanzará las soluciones tan esperadas.

Un saludo cariñoso para los damnificados, mi abrazo para los familiares de muertos y desaparecidos, un llamado de atención a las autoridades y el compromiso personal de continuar atento a la evolución de estos acontecimientos.

Guardemos como una virtud suprema la capacidad de asombro, sobre todo ante la tragedia evidente.

Marcelo Sepúlveda Oses

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