lunes, febrero 28, 2011

RECUERDO Y NOSTALGIA

Recibido de Marcelo Sepúlveda Oses el 28 Febrero 2011
muevomono
Recién recordamos el 27 de febrero, día del tremendo cataclismo que afectó a la zona centro sur de Chile, nostalgia, pena y sentimientos encontrados marcaron la jornada, nadie puede permanecer indolente ante la magnitud de este evento, pero como todo en la existencia humana, debemos continuar con lo que la vida nos impone.

Aquella noche inusual, la luna gigante dispuesta sobre Los Andes quizá quiso predecir la suerte dramática y terrorífica que nos aguardaba. Miles dormidos en una pesadilla insostenible escuchamos bramar la tierra, rugir sin compasión, alterar para siempre el sentido de nuestro paso por esta tierra. El adobe y las tejas antiguas regresaron al suelo, montañas de escombros adornaron las veredas y calles de Parral, el dolor apareció en muchas familias que perdieron a sus seres queridos y el paisaje del campo y la ciudad se modificó en unos minutos de tragedia desconocida. Ahora, cuando ya ha pasado un año desde aquel instante sublime, debemos esperar el consuelo para cada familia de los fallecidos y la certeza de prepararnos para otro evento de tal magnitud, pues no sabemos ni cuando ni dónde vuelva a ocurrir algo semejante y debemos tomar lección de cada error cometido, sobretodo pensando en salvar vidas humanas. Todo lo material se repone. Costará un buen tiempo en rehacer y reconstruir lo devastado, pero tenemos la certeza que con trabajo y empeño, dedicación y espíritu de superación cada construcción, cada escuela y hospital volverá a estar de pié. Esta certeza acompañará nuestro quehacer cotidiano. Fuerza y ánimo, todos juntos daremos un nuevo rostro a la ciudad y el campo, regresará la risa, cantaremos esperanza, daremos amparo al desvalido, cobijo y abrigo a quien está damnificado, saciaremos al hambriento y estaremos junto a quienes nada tienen porque lo han perdido todo. Reconstruiremos desde los cimientos, ladrillo a ladrillo, madera a madera.

Tembló el espacio absoluto y total, quebrazón de espejos y cristales, suerte ingrata y mortal. De entonces, acumulamos recuerdos, los vecinos escucharon la voz de su vecino pidiendo ayuda, las manos se tendieron solidarias, abrimos el corazón y dejamos fluir el amor del espíritu humano. Podrá pasar el tiempo, pero la memoria no olvidará, seremos los sobrevivientes del gran colapso cuando se sacudió la tierra entera y el mar enloqueció lanzando una ola gigante como serpiente venenosa para herir caletas y villorrios costeros, tragarse embarcaciones y casas, así, recordarnos que construimos sobre tierra, tierra prestada por la madre naturaleza.

Terminan las vacaciones, los niños y jóvenes vuelven a clases, el trabajo nos espera, debemos prepararnos como abeja obrera, tener presente que el crudo invierno no perdona. Es necesario trabajar para que quienes están habitando una mediagua, puedan acceder a un casa que sea el espacio familiar de regocijo y placer, sino es así, cada ciudadano deberá dar una mano, acompañar y dar respaldo a los necesitados, sobretodo a los damnificados del terremoto, las autoridades agotar todos los medios posibles para mejorar las condiciones de vida de quienes perdieron todo o casi todo a manos de la impredecible naturaleza.

No podemos, ni debemos olvidar al hermano que sufre, a veces, sólo se requiere una palabra de aliento y esperanza. Aprovechemos esta oportunidad para aplicar las bienaventuranzas predicadas por Jesús al día a día de lo cotidiano en el que sufre y necesita. Aquellos que pudimos tener descanso en vacaciones, pongamos atención en el dolor y sufrimiento del otro, después. Dios nos recompensará. El prójimo que necesita, siempre está muy cerca nuestro.

Marcelo Sepúlveda Oses

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