martes, octubre 05, 2010

ME ASOMBRA ESTE NUEVO MUNDO DEL SIGLO XXI
Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 04 Octubre 2010
A menudo, en nuestras relaciones sociales, en el diálogo cotidiano, en el lenguaje familiar o en la comunicación formal manifestamos intolerancia, falta de comprensión y aceptación de las propuestas de los otros.
Ser intolerantes se valida como un modo común y trivial en la conversación general, en no escuchar argumentos, críticas y opiniones divergentes, en reconocer que mi interlocutor puede, perfectamente, pensar y actuar distinto a mi modo de analizar, descubrir y razonar el universo circundante, el aquí y ahora de mi existencia en convivencia con la comunidad o grupo de pares.

Si bien, a través de los siglos y por variados períodos en la historia de la humanidad, todos los males antes mencionados se repiten, no es menos cierto que en el día a día, éstos se hacen más evidentes y recurrentes.

Sólo deseo una buena educación para nuestros niños y jóvenes, motivar sus juveniles mentes para adquirir los conocimientos superiores que el desarrollo normal y permanente de la sociedad va adquiriendo, potenciar y fortalecer una sana convivencia, el respeto y la comprensión de los problemas de los otros.

En diversas ocasiones y circunstancias se nos ha catalogado (como raza humana) en el rango de “peores depredadores del planeta,” destructores del medio ambiente y el equilibrio ecológico de nuestra vía láctea, pero no alcanza la denuncia para preocupar a nuestro espíritu, continuamos tal cual como si nada importara tanto…

El respeto por los mayores forma parte de un adorno en los museos. Para alcanzar mi objetivo personal e individual no importan los demás, ellos no cuentan.

Vivimos en una sociedad estratificada, con ciudadanos de primera categoría y otras tantas categoría menores desdibujadas en la maraña de cientos y miles de anónimos ciudadanos sin rango ni posesión.

La ofensa, las malas palabras, la agresión y la violencia copan los medios de comunicación masivos. Quizás debieramos anunciar eventos y hechos positivos, destacar las buenas obras, fortalecer el aprendizaje de conductas sanas, invitar a la población terrestre a colaborar en la construcción de una mejor sociedad y un mundo mejor.
¿Quién puede lanzar la primera piedra? Dijo Jesús, aquel que esté libre de pecado y el pecado, al final de cuenta, es agredir y ofender, descalificar y desprestigiar al otro. Busquemos, con afán, la comunión y el equilibrio entre los seres de este planeta y todo lo creado, demostremos rasgos de humanidad, de seres superiores en tránsito a una vida plena donde el odio, el rencor y la envidia no tengan lugar ni espacio para sobrevivir.
Quizás, algún día, los noticieros hablarán de paz, concordia, armonía y fraternidad, para cuando aquello ocurra, seguramente, seremos mejores personas, ciudadanos respetuosos y amantes de la vida.

Marcelo Sepulveda Oses

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