martes, junio 02, 2009


LA TIERRA, NUESTRO PLANETA AZUL

Enviado por Alejandra Gallero Urizar el 02 Jun 2009
La Tierra es nuestro hogar y el hogar de todos los seres vivos. La Tierra misma está viva. Somos partes de un universo en evolución. Somos miembros de una comunidad de vida interdependiente con una magnificente diversidad de formas de vida y culturas. Nos sentimos humildes ante la belleza de la Tierra y compartimos una reverencia por la vida y las fuentes de nuestro ser..." Así comienza La Carta de la Tierra, una declaración internacional de principios, propuestas y aspiraciones para una sociedad mundial sostenible, solidaria, justa y pacífica en el siglo XXI. Promovida en el entorno de las Naciones Unidas y de sus organizaciones, ha sido traducida a más de 30 lenguas desde su lanzamiento en el año 2000.
La gran mayoría compartimos lo expresado en La Carta, sin embargo, poco o nada hacemos por nuestro generoso planeta. Él nos proporciona el aire, agua, alimento y la maravilla de vivir cada día un espectáculo único de belleza. Nosotros ¿qué le hemos dado a cambio?
La especie Homo sapiens, el ser humano, apareció tardíamente en la historia de la Tierra, pero ha sido capaz de modificar el medio ambiente con sus actividades. Según estudios, es probable que los humanos hicieran su aparición en África, pero no tardaron en dispersarse por todo el mundo. Gracias a sus peculiares capacidades mentales y físicas, lograron escapar a las constricciones medioambientales que limitaban a otras especies y alterar el medio ambiente para adaptarlo a sus necesidades.
Aunque los primeros humanos sin duda vivieron más o menos en armonía con el medio ambiente, como los demás animales, su alejamiento de la vida salvaje comenzó en la prehistoria, con la primera revolución agrícola. La capacidad de controlar y usar el fuego les permitió modificar o eliminar la vegetación natural, y la domesticación y pastoreo de animales herbívoros llevó al sobrepastoreo y a la erosión del suelo. El cultivo de plantas originó también la destrucción de la vegetación natural para dejar espacio libre para las cosechas y la demanda de leña condujo a la denudación de montañas y al agotamiento de bosques enteros. Los animales salvajes se cazaban por su carne y eran destruidos en caso de ser considerados plagas o depredadores.
Mientras las poblaciones humanas siguieron siendo pequeñas y su tecnología modesta, el impacto causado sobre el medio ambiente fue solamente local. No obstante, al ir creciendo la población y mejorando y aumentando la tecnología, aparecieron problemas más significativos y generalizados. El rápido avance tecnológico producido tras la edad media culminó en la Revolución Industrial, que trajo consigo el descubrimiento, uso y explotación de los combustibles fósiles, así como la explotación intensiva de los recursos minerales de la Tierra. Fue con la Revolución Industrial cuando los seres humanos empezaron realmente a cambiar la faz del planeta, la naturaleza de su atmósfera y la calidad de su agua..
La Cumbre de la Tierra celebrada en junio de 1992 en las cercanías de Río de Janeiro, Brasil, fue un acontecimiento histórico de gran significado. No sólo hizo del medio ambiente una prioridad a escala mundial, sino que a ella asistieron delegados de 178 países, lo que la convirtió en la mayor conferencia celebrada hasta ese momento. El propósito de la conferencia fue determinar qué reformas medioambientales era necesario emprender a largo plazo, e iniciar procesos para su implantación y supervisión internacionales. Se celebraron convenciones para discutir y aprobar documentos sobre medio ambiente. Los principales temas abordados en estas convenciones incluían el cambio climático, la biodiversidad y la protección forestal, entre otros.
Hoy, la demanda sin precedentes a la que el rápido crecimiento de la población humana y el desarrollo tecnológico someten al medio ambiente está produciendo un declive cada vez más acelerado en la calidad de éste y en su capacidad para sustentar la vida. En pleno siglo XXI nos vemos frente a la disyuntiva: o cambiamos radicalmente nuestra forma de interactuar con el planeta o la exposición a los rayos ultravioletas, producto de la destrucción de la capa de ozono; la sobre explotación de los bosques, verdaderos pulmones sobre la tierra, sumado a los múltiples contaminantes que expelen cada minuto nuestras industrias, nuestros vehículos y nuestros desperdicios orgánicos y no orgánicos. aseguran la inevitable destrucción de todo ser viviente sobre la faz de la tierra.
De cada uno de nosotros depende el futuro del planeta azul y sus habitantes.
Alejandra Gallero Urízar
parralina@yahoo.com

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