miércoles, marzo 12, 2008

MUJER: COBIJA Y ASTROLABIO
(Enviado por nuestro corresponsal Marcelo Sepúlveda Oses)


¡Mujer! Me cobijas cuando tengo frío, me animas a continuar ante la fatiga. El sábado recién pasado, cuando se celebró el día Internacional de la Mujer, numerosos artículos destacaron como tema central este reconocimiento, flores, chocolates y besos, una fiesta especial. Las emisoras de radio programaron melodías a propósito. Por tanto, quizás, cualquier comentario que realice podrá parecer atemporal, reiterativo o destemplado; más, el poeta que vive en mí, el esposo, el hijo y el hombre me conducen a dedicar mis palabras a aquellas quienes construyen una existencia luminosa obsequiándonos su mano, fuerza y valor para continuar cualquier tarea que se emprenda.


Grandes maestros del arte han situado a la mujer como motivo de inspiración, pintores, músicos, escritores., entre muchos otros. Imperiales batallas o magnos descubrimientos van guiados por las manos sigilosas de alguna fémina. Así, el hombre debe reconocer la participación meridiana de una mujer frente a cada tarea emprendida. Sufre, traspasada de dolor, cuando el hijo es castigado; lo acompaña, protege y resguarda sin importar el motivo o la razón de cada sentencia. Allí está la madre, la que con dolor parió, perdonando siempre, replicando con fiereza su enseñanza sin descanso, durmiéndose exhausta ante el lecho del hijo enfermo. La mujer encarna belleza, dúctil armonía, pasos imperceptibles, silencios delicados. Te miro y frente a tus ojos de luz encuentro calma, sosiego perfumado por que sólo estás aquí.

Quiero escribir a la mujer trabajadora, aquella que en Retiro o Parral, coge una bandeja y recolecta con maestría las frutas maduras cuando el sol abraza fuerte y el cansancio fatiga. Quiero escribir a la profesora por naturaleza, quien mientras cocina, va enseñando a leer, quiero escribir a la dueña de casa, la esposa, amiga, confidente, a la improvisada diseñadora. A todas ellas mi aprecio, mi afecto sincero, estas palabras, los versos que cantarinos recorren la faz de la tierra construyendo nuevos sueños, quimeras y esperanzas. Deseos de un planeta más habitable, donde cada mujer merezca respeto, cuidado y delicadeza; regada por besos, dulces palabras, caricias de miel manzana…

Mujer, compañera irreemplazable, el puerto donde arrimar la barca, horizonte de los grandes en la historia, maternidad de un planeta fértil que sólo descansa cuando en aquella maleta de madera, por seis hombres escoltada, vas camino de la fosa a adornar el paraíso de finura y gracia.

Marcelo Sepúlveda Oses

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